viernes, 16 de noviembre de 2012

¡Eh, que tiene nombre!

Imagina que las personas no tuvieran nombre, y nos refiriéramos a unos y a otros por su salario mensual: "ayer cené con un 2.000", "voy a decirle a ese 500 si se viene", "¡eh, tú, el 3.000!" o "ese 1.000 es un capullo". Sería ofensivo, ¿no?

Desde que empecé a escalar me gustó eso de que las vías tuvieran nombre: representa que tienen su propia personalidad, carácter, hasta algunas diría que alma. Por eso, cuando me refiero a una vía, me gusta hacerlo por su nombre: "tengo El delfín como proyecto", "el otro día encadené Anitesia" o "voy a probar el Hanuman". Pero últimamente percibo mucha gente para la que esto sobra, la vía se reduce a ser "el 8b del Oasis", "un 7C de Albarracín" o "el 8a de la derecha"... De hecho, en muchas guías el autor (siempre ocurre cuando no coincide con el equipador) se despreocupa de los nombres, llenándolas de erratas o dejándolo directamente en blanco... Una pena, porque todo esto es muy representativo de la forma de ver la escalada de algunos...

A mí, personalmente, me gustaría que pensáramos menos en los números y más en la belleza de lo que escalamos...


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