jueves, 16 de diciembre de 2010

Jose

“La enfermera me dijo: Vamos, Jose, que tú puedes con esto y con mucho más”, logré entender. Así fue como supe que se llamaba Jose. Es curioso cómo cambia tu percepción de las personas con las que te cruzas por la calle cuando sabes su nombre. Dejan de ser elementos del paisaje urbano, para ser gente con su familia, su trabajo, su casa… Bueno, ése no era el caso de Jose. Hará dos años que le veo todos los días en los bancos de la avenida, a veces solo, a veces acompañado por otras personas de tez tan sonrojada como la suya, fuera la hora que fuera, como consecuencia de los bricks de vino marca Hacendado que siempre tienen a su lado. Pero hasta ahora nunca había cruzado con él más de una frase, aunque sé que él me tiene un afecto especial, tal vez porque le gusta mi perro, al que ve todos los días paseando conmigo, o tal vez porque recuerda (no las tengo todas conmigo de esto) aquella brevísima conversación que tuvimos una noche en el cajero automático. Como todas las noches frías, él se había resguardado allí. Cuando yo llegué al cajero, en la terminal de la calle había una pequeña cola formada por dos señoras y un señor que, seguramente, tenían miedo de sacar su dinero delante de Jose, ya que las dos terminales de dentro estaban libres. Ni que Jose mordiera. “Buenas noches”, dije al entrar. “¿Molesto?”, preguntó él rápidamente, incorporándose sobre sus cartones. “No, hombre, ¿molesto yo?”, contesté. Y ésa fue la primera vez que le vi sonreír.

Resulta muy triste ver cómo se ha ido demacrando su cuerpo con el paso de los meses, con tantas noches frías de invierno, tantos días lluviosos, tantas horas de sol abrasador, esa pésima nutrición… En dos años había pasado de tener el aspecto de una persona vital, astuta y decidida, a una apariencia de absoluta fragilidad, apenas capaz de mantenerse en pie, con un rostro ajado y huesudo y múltiples marcas fruto de enfermedades de la piel y también de más de una paliza que solo él sabe quién y por qué le han propinado. O posiblemente él también se lo pregunte. Pero esta noche era una enorme venda la que le rodeaba la cabeza, manchada de sangre a la altura de la sien izquierda. “¿Qué te ha pasado?”, no he podido evitar preguntarle. Y así fue como empezó a contarme una larga historia de vecinos egoístas, policías crueles y médicos negligentes.

Durante semanas no pude quitarme de la cabeza cómo puede alguien acabar así con su vida en menos de dos años. Poco a poco fui sabiendo (como si de hacer un puzle se tratara) que Jose estuvo casado, trabajaba y hasta posiblemente tenga algún hijo. Me imagino que el alcohol tuvo la culpa de todo: su mujer le dejó, lo que le llevó a beber más y perder su trabajo… Lo último que supo de su mujer es que está con un tipo que le pega. Le creo. He visto muchos casos de personas que prefieren a un cretino que a una buena persona sin nada que ofrecer.

Hace tres meses que empecé a escribir esto, como forma de desahogarme, ya que me he dado cuenta de que a nadie le interesa una conversación sobre un mendigo. Y hace dos meses que un pensamiento empezó a anidar en mi mente: “Nunca más veré a Jose”. Y así ha sido: la primera vez que tuve ese pensamiento resultó ser la última vez que le vi. Tal vez ha decidido cambiar de calle o incluso de ciudad, en busca de un banco más cómodo y resguardado. O tal vez, creo yo, su ex mujer decidió denunciar a aquel tipo y buscó a Jose para pedirle que volviera a casa, con ella y su hija, y le ayudó a recuperar su antiguo trabajo en una fábrica de juguetes, y a estas alturas Jose ya habrá conseguido superar su alcoholismo. De hecho, estoy casi seguro de que la ex pareja de su mujer, ese tipo violento y mezquino, decidió mendigar por mi avenida y, casualmente, eligió dormir en el mismo banco que había ocupado Jose los dos últimos años, donde una fría mañana un policía lo encontró rígido como el hielo, y se dio cuenta de que ya no respiraba.

2 comentarios:

  1. Muy buena narración,... si señor. Ya hace tiempo que de vez cuando me doy un paseo por este paraje, últimamente más inhóspito de de lo acostumbrado, con la esperanza de llenar el espíritu con imágenes, ideas o algún texto enriquecedor e inspirador. Me alegro de saciar esa sed después de este largo período de sequía... disculpa por no haber dejado en el pasado, demasiados vestigios de mi paso por estas tierras, pero piensa que son más concurridas de lo que te imaginas.
    Por cierto,... a mi si me interesan las historias de mendigos y , por encima de todo, las historias de un buen amigo.
    Aprovecho para disculparme por mi ausencia durante estos últimos tiempos. Ausencia que no quisiera prolongar ni un instante más..., os echo mucho de menos, un sincero abrazo de amigo.
    Eres grande.

    PD Sigo con mi collarín eterno. Ayer me ganó el pulso una ola más grande que mi pericia para domarla. A eso se sumó un contexto climatológico de 3ºC, mi mala costumbre de no calentar lo suficiente y la mala decisión de no retirarme a tiempo y dejarme llevar por el ansia, seguro que tu sí que me entiendes, jajjajjajjjajaa.

    Israel.

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  2. Ey, máquina! Joder, qué rabia lo de tu lesión... El caso es que calentar a 3ºC y dentro del agua debe de ser difícil! Te iba a llamar para ir a Siurana el pasado sábado, pero como leí esto...

    Tenemos planes con Josep para nochevieja, si te apuntas... (u os apuntais, jeje) En todo caso a lo que no puedes fallar es a una cenita un día de éstos.

    ¡Gracias por el "apoyo" y un abrazo muy fuerte!

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